viernes, 17 de enero de 2014

La Separación, Edvard Munch, 1894

Otra versión de la fantástica obra que ya pudieron observar entre las primeras subidas. Esta vez va acompañada de un texto creo que mucho más representativo de la foto, pese a que el subido junto a la primera versión antes expuesta, no haga menos honor a esta, la más cabal representación del sufrimiento post ruptura. Además este lo escribí en el momento en que en esta pintura el personaje era yo mismo.

Otra vez igual, y esta vez es peor, cada vez es peor. Desde que ella me dejó todo parece una carga mucho más insoportable, cada vez las desgracias se arraigan más en mi mente, y no las puedo soltar, no las puedo dejar ir. Se agarran de mí como un pulpo, envuelven todo mi cuerpo con sus ventosas, cada parte de mi cuerpo y de mi alma. Parece un castigo, el peor castigo, la más hermética cárcel, esa cárcel de sólo una celda, una celda con rejas que, como una compactadora, presionan mi pecho, paredes que presionan mi espalda y mis costados, sin lugar para realizar movimiento alguno. Es sentirse rígido de alguna manera, no poder torcer el cuerpo para esquivar las múltiples embestidas de una vida que nos quiere muertos. La única salida empieza a ser cerrar los ojos y hacer de cuenta que no se siente nada, decir "no duele", y a los pocos minutos, darse cuenta que se está muerto.
Esta vez, fue mi estúpida autoestima la que me engañó. Aunque ahora que lo pienso, mi estúpida autoestima siempre es la que me engaña, la que arruina todo. A veces pienso que tengo el autoestima baja, pero ¿cómo puede ser que si tengo el autoestima realmente baja, sea capaz de albergar una esperanza, una esperanza tan inconsistente? En realidad, creo que no me molesta esa esperanza, después de todo es el último dedo del que pendo, lo único que mantiene sobre el mundo de la felicidad, y no me permite caer al abismo. Lo que me molesta, es evidentemente haber llegado hasta este punto.

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